Lo obsolet absoluto
– 2022. Exposición individual en Can Manyé. Centre d’art i creació. Alella
Instalación escultórica y dibujos
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Vivimos un sentimiento de obsolescencia permanente donde se combinan el aturdimiento respecto al presente acelerado, la incertidumbre respecto al futuro precario que vislumbramos y la nostalgia respecto al pasado que sabemos inoperante. Las esculturas y dibujos de esta exposición se organizan como una instalación que trata el paso del tiempo, la caducidad de lo que creíamos inamovible.
Desde una cierta conciencia de obsolescencia y en un contexto acelerado por la última versión “algorimizada” del capitalismo, la práctica escultórica se ve empujada a redefinir cuál debería ser su sentido. Si, como decía el canónico pintor expresionista abstracto americano Barnett Newman, «la escultura es aquello con lo que tropiezas cuando echas atrás para mirar una pintura», entonces ésta se convierte en un lugar donde pasan cosas, aquello con lo que te tropiezas, como hallazgo o cuando estás en estado de alerta, y que activa una serie de reflexiones que se soportan en su materialidad física radical, en la ocupación y activación del espacio que la práctica escultórica efectúa.
Siguiendo este razonamiento, a pie del suelo se despliega una serie de piezas que trabajan con los libros como objetos escultóricos (libros abandonados, manuales caducos, volúmenes ausentes). Estas agrupaciones sugieren que el espacio no existe: sólo existe el espaciamiento entre los seres y entre éstos y los objetos. Las estatuas (y también los libros) son, al fin y al cabo, lugares inventados para medir el espaciamiento, darle límites y formas, balizarlo con una geometría cualquiera.
Existe, en mi opinión, una fuerte vinculación entre la escultura y las imágenes recuperadas, que conservan, de sus estancias subterráneas, un valor de enigma antropológico propio de todo objeto arqueológico. Esta motivación es la que me lleva a un interés por el dibujo, trabajado en extensas series y con materiales poco estables: polvo, ceniza, grafito, tinta, yodo o procesos como la acción de la luz del sol o de la humedad sobre el papel.
El dibujo se incorpora como un lento proceso de revelado de imágenes y estructuras, donde la mano, la mente y el tiempo son los agentes y reactivos necesarios para materializar una realidad ausente. La ausencia como proceso de abstracción, aquel proceso que designa el acto de separar, de sustraer (como a menudo se da en la escultura cuando elijo, escapo, vacío o construyo). La forma se cristaliza, para dar a la ausencia una compacidad, una intensidad de mirada. Así pues, será “fantasmatizada” como “residuo supremo”, resto de humanidad, siguiendo la bella expresión empleada por el antropólogo surrealista Michel Leiris. De ese residuo supremo, ese obsoleto absoluto.
Mi trabajo escultórico asume la inquietante extrañeza del objeto unheimlich. Se sitúa entre un problema de lo vivido y un problema de forma: algo lejano se acerca, un aura nos fascina y nos atrae, pero su sentido real, el retorno de lo rechazado – nos hace entonces apartarnos de ello . Esto me hace pensar en la potente imagen del ángel benjaminiano. Llevada al presente, nos permite especular qué escombros actuales motivarían su doble movimiento de mirada atrás y huida hacia adelante. Quizás el ángel intuye que esta vez la historia humana está siendo desbordada por la “historia natural”, acelerada entrópicamente por la acción humana desenfrenada.
Marx comprendió la relación antagonista entre humanos y naturaleza como un producto específicamente moderno que resultó de la industrialización capitalista: los humanos debemos producir para vivir y el trabajo, como acto de esta producción, está inevitablemente condicionado por diversos factores naturales y materiales . Bajo estas condiciones, modificamos nuestro ambiente, y a estas alturas, lo afectamos irreversiblemente hasta hacer peligrar las mismas condiciones de subsistencia. La práctica escultórica es un trabajo que modula el espacio y produce espaciamientos con otros sujetos y objetos; sin embargo, ejercitada desde su radical obsolescencia, puede desactivar paradójicamente la acumulación del capital destructivo y señalar “de sesgo” la necesidad de recuperar las condiciones de equilibrio metabólico con la naturaleza.
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Anverso. Impresión digital. 43 x 32 x 2,5 cm. 2022
Volúmenes mudos. Estantería de hierro, cemento. 200 x 120 x 30 cm. 2022
Bibliogeometría. Libros encontrados y cemento. 500 x 500 cm. 2020-2022
Obsoleto absolut0. Estante de hierro y libro. 16,5 x 23,5 x 2,5 cm. 2022
Naturalismos. 30 dibujos de yodo y tinta china sobre papel. 76 x 56 cm cada uno. 2020
Escritural. Hierro, piedras con musgo. 50 x 440 x 42 cm. 2022
El cuello al pie. Cemento. 40 x 150 x 15 cm. 2021
La escultura es un agujero. Hidrocal y piedra con musgo. 110 x 34 x 22 cm. Hidrocal y agujero. 14 x 9 x 2,8 cm. 2022